Por Jorge G.
Julio, 2024
Muy temprano, prácticamente en los inicios, en el siglo XXI nos percatamos que estaba germinando un proceso de regeneración cuyas semillas fueron sembradas en momentos que no alcanzamos a precisar. Este proceso, que fue llamado revolución de las conciencias, pugnaba por una "purificación" de la vida pública: y si bien de manera casi natural se asoció el concepto a la necesidad de redignificar el quehacer político por la evidente degradación en que se encontraba, la revolución tendría alcances mucho más amplios. Quizá, una de las primeras señales de como habrá de impactar esta revolución en marcha a la vida del pueblo mexicano, haya sido la recuperación, para su divulgación, de la cartilla moral de Alfonso Reyes y su posterior adaptación a nuestra actualidad.
Conforme a la recuperación de esas normas morales, críticadas por propios y extraños, se habló de una república amorosa; no había nada más revolucionario que hablar de amor en los tiempos de la guerra absurda del usurpador; creyeron que la búsqueda de la utopía nos estaba enloqueciendo. Pero la 4ta revolución ha logrado lo que ninguna de las 3 anteriores: incidir en la conciencia más profunda del pueblo mexicano, no se trata solamente de la conciencia de lo importante que es la participación en la vida pública y el entendimiento de que la política es cosa de todos; se trata de la recuperación de valores perdidos y la reconstrucción del tejido social, afectados si por el neoliberalismo pero seriamente dañados por la normalización de la violencia provocada durante el fecalato.
La transformación en marcha ya ha logrado el desmantelamiento de antiguas estructuras de dominación del régimen prianista y si bien otras siguen en pie no tardarán en caer. Los responsables de la caída del antiguo régimen fueron los ciudadanos que supieron aprovechar el marco legal instaurado y que es el mismo que anteriormente se utilizó para limitar su derechos. La insurrección ciudadana en la urnas en 2018, y su segundo episodio en 2024, logró resultados que se antojaban imposibles: alcanzar la presidencia en 2018 y la mayoría calificada en el Congreso en 2024.
Este profundo cambio tuvo una de sus más notables expresiones en la elección del, de la, titular del poder ejecutivo. Por primera vez desde hace más de 200 años de vida independiente una mujer lograba llegar al cargo político de mayor importancia de nuestro país, el Pueblo llevó a Claudia Sheinbaum a ser la primer presidente de las naciones de Norteamérica; el atávico machismo mexicano había sido vencido. Por cierto, yo no creo en ese machismo, en algunas regiones de nuestro país y en algunos sectores populares son las mujeres las que toman las decisiones más relevantes dentro del núcleo familiar. No creo que el ascenso de las mujeres al poder politico, no sólo Claudia sino el gabinete integrado por mujeres visibles y "poderosas", pueda explicarse exclusivamente desentrañando las causales históricas. Creo que este momento de la regeneración nos presenta el emerger de una potencia que había sido callada por los siglos de opresión de la cultura occidental judeocristiana. Creo que estamos siendo testigos de un cambio espiritual que coloca a la esencia femenina en una situación de igualdad ante el poder masculino, este nuevo equilibrio será de gran importancia para México, y para el mundo, aunque no podamos evitar el parto doloroso. Es el retorno deTonantzin.
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