De testamentos e impugnaciones
por Hasardevi
Enero 27, 2022
“Deseo que el pueblo siempre tenga las riendas del poder en sus manos. El pueblo pone y el pueblo quita y es el único soberano al que debo sumisión y obediencia.” Andrés Manuel López Obrador, Presidente de México
La especulación se ha convertido en una de las opciones favoritas de la oposición en México; la mentira, la difamación y el ataque, son las otras.
El Presidente de la República enferma por segunda vez debido a un virus como otros presidentes en el mundo y lo acusan por ello al desearle todo tipo de males y se le reprocha un probable tipo de "cuidados especiales" a su persona en su calidad de Primer Mandatario de un país.
Requiere una intervención médica de rutina debido a una condición cardiaca que padece con anterioridad y que está debidamente controlada y se desatan los demonios, nuevamente, de la especulación y la maledicencia. Incluso se recrimina al presidente López Obrador por recibir atención médica en el Hospital Militar en donde, segura y deseablemente, se le atiende con especial escrupulosidad y esmero, nuevamente, en su calidad de Presidente de la República.
Pretenden ignorar que la salud de un primer mandatario siempre será un asunto de seguridad nacional, y esto opera no sólo para exigir por parte de la oposición "se transparente" su condición o bien se demanden detalles que no tienen por qué salir a la luz pública en tanto la situación no sea de gravedad para él, y por ende, para México, sino para que sea objeto de los cuidados más especiales que se le puedan brindar para que su vida y la seguridad del país, no peligre.
El presidente de México goza, o debería gozar, de la misma privacidad que cualquier ciudadano, desde luego con los límites que la gran responsabilidad de su investidura conlleva. Pero es obvio también que por tratarse de un asunto de seguridad nacional, la atención que reciba debe ser lo mejor y más rápido que haya, pues es la cabeza de una nación y de ello depende en enorme medida la estabilidad política del país.
Debo decir que han habido presidentes cuya ausencia podría pasar desapercibida pues poco o nada se les veía de no ser en fotografías, esas sí, muy cuidadas; anuncios televisivos grabados con altísimos costos para promover y cuidar su imagen como si de un verdadero benefactor de la patria se tratara, y, no había la menor protesta por parte de los mismos que hoy tienen espasmos cuando del actual mandatario se trata. Será que bien conocen la diferencia entre aquéllos y el presente.
El presidente López Obrador tiene una legitimidad y un arrastre social que nunca otro presidente, desde Cárdenas, conoció. Eso les molesta, les encoleriza, y hace que reaccionen como parientes resentidos al grado de impugnar, a priori, un "testamento político" del que AMLO dio cuenta en un llamado a la serenidad ante cualquier eventualidad mostrando así que se encuentra preparado para todo, no obstante gozar de buena salud y demostrarlo todos los días con su trabajo incansable y transparente.
No se dan cuenta, en medio de su furor, que el legado político de López Obrador consta ya en sus 18 libros, está impreso en sus acciones a lo largo de sus 40 años de lucha, impregna el espíritu de quienes lo hemos seguido por años y, sobre todo, está presente en la congruencia del hombre, el humanista y el político.
Esta oposición moral e intelectualmente derrotada, vilipendia e impugna un testamento político con rabia y alegan que la Constitución prevé lo necesario a falta del presidente y que eso garantiza la "gobernabilidad". Están muy equivocados, aunque lo intuyen: la falta de AMLO sería catastrófico para esa oposición y para el país porque a ese tigre al que se empeñan en subestimar, no habría ya quien pudiera contenerle. El pueblo atesorará el legado de Andrés Manuel aun estando él vivo, cuando éste se retire de la política, porque será el pueblo el que lo cumpla.
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