Por Hasardevi
Abril 18, 2019
Malos testigos para los hombres son los ojos y oídos de
aquellos que tienen un alma bárbara. Heráclito
Han sido dos palabras
constantes en el diálogo circular del presidente López Obrador, ya no, se acabó a partir de ahora la
corrupción. Ya no habrá dinero para que hablen bien o mal de alguien en este
gobierno; ya no al dispendio del erario, ya no sueldos estratosféricos, ya no
mentiras a la población, ya no enterrar la verdad con los muertos y
desaparecidos, ya no a la persecución por ideas políticas, ya no más un gobierno rico y
pueblo pobre, ya no a las empresas "consentidas" para el gobierno, ya no privilegios para unos cuantos, ya no el enfoque neoliberal en la política, ¡ya no! y muchos más ya no.
Pero, acostumbrados a tejer
sobre una o dos frases de antiguos presidentes que jamás ofrecían conferencias de prensa, mucho menos entrevistas "banqueteras", que jamás hablaban en ambientes que no fueran totalmente controlados por ellos, con esas declaraciones redactaban con cuidado: “el primer mandatario
expresó su falta de acuerdo con lo expresado por los padres de los desaparecidos, las instituciones trabajan para … bla bla bla”.
Y es que "antes" no
había un diálogo circular entre el presidente de México y los medios, no existía la posibilidad de confrontar a presidente alguno con sus dichos ni con sus hechos -que constantemente contradecían sus dichos. Los periodistas se enfrentaban a todo un aparato de "comunicación", siempre controlado, siempre condicionado, siempre, o casi, retribuido.
Porque "antes" un estado mayor presidencial impedía acercarse al "señor Presidente", tocarlo con el pétalo de un comentario o cometer la atrocidad de acercarle un micrófono sin permiso de su amenazante guardia.
Paradójicamente, en un ambiente de libertad y respeto que el gobierno actual ha propiciado, hoy los medios son
refractarios al mensaje político diario, cercano, constante del presidente; son
incapaces de digerir las señales claras de democracia… lo único que parecen
escuchar es: "Ya no… son ustedes el monopolio, el cuarto poder, los empresarios
consentidos y omnipotentes..."
Esa es su verdadera molestia, su ira apenas
disimulada que se vierte en falsedades y arremete con la intención de
desestabilizar al país, a la incipiente democracia participativa, a los ciudadanos mexicanos libres que se manifiestan en su anhelo de Regeneración y que manifiestan su apoyo a la CuartaTransformación.
Las denuncias hechas por un
presidente en funciones, no por vociferantes expresidentes que fueron parte de
la corrupción denunciada, son constantemente desestimadas cuando no de plano puestas en tela de juicio por la mayoría de medios, periodistas, opinólogos y demás "notables" con acceso a cierta elite mediática; mientras el actual mandatario -avalado por la mayor
votación de la historia moderna, sigue mostrando las acciones fehacientes que combaten a esa corrupción inmersa no sólo en el ámbito gubernamental sino en las empresas privadas, la "conversación" es deliberadamente desviada hacia nimiedades, chismes, infundios y verdaderas calumnias. Acusan al Presidente López Obrador de autoritario, mentiroso, hasta dictador le llaman algunos en su desesperación y claman por intervención extranjera a escasos cuatro meses de su mandato. La desesperación que muestra esta clase oligarca es proporcional a la indignación de la ciudadanía al descubrir el grado de corrupción inimaginable al que se había llegado entre el gobierno y esa clase de empresarios corruptos, que hoy viéndose descubiertos, temen no sólo por la pérdida de sus canonjías sino por las posibles repercusiones legales derivadas de sus actos.
Es esta una lucha sí, porque muera el viejo régimen y viva el nuevo, por el afianzamiento de la ciudadanía y el establecimiento de una democracia participativa, de una cultura de paz, del bienestar verdadero para el pueblo en su conjunto. Una lucha en donde YA NO se admite la corrupción y la mentira.
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