Foto: AP
BRUSELAS (apro).- El pasado 24 de enero, a las 7 de la mañana, Pierrick Goujon fue despertado por una llamada a su teléfono celular. No contestó y puso el dispositivo en modo silencioso.
A los 10 minutos sonó el celular de su novia, en casa de quien estaba. Respondió. Un policía, con voz autoritaria, le informó que varios agentes se encontraban en ese momento frente a su domicilio. Le preguntó dónde estaba. Goujon contestó que en casa de su novia, en la localidad de Pontivy. El policía le indicó que querían hablar con él, que fuera a su domicilio, y que si no estaba ahí en media hora, ellos irían a Pontivy.
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