Noviembre 30, 2009
Querido Presidente Obama,
¿De veras quiere usted ser el nuevo “presidente de la Guerra”? Si usted va mañana por la noche a West Point (Martes, 8:00 p.m.) y anuncia que está incrementando, en lugar de retirar, las tropas en Afganistán, usted es el nuevo presidente de la guerra. Simple y llanamente. Y con ello hará la peor cosa posible que podría usted hacer: destruir las esperanzas y sueños que tantos millones han puesto en usted. Con sólo un discurso mañana por la noche usted hará que una multitud de gente joven que fue la columna vertebral de su campaña, se convierta en unos cínicos desilusionados. Les enseñará que lo que siempre han escuchado es verdad: que todos los políticos son iguales. Simplemente no puedo creer que usted esté a punto de hacer lo que dicen que va usted a hacer. Por favor, diga que no es así.
No es su trabajo hacer lo que los generales le dicen que haga. Somos un gobierno de civiles. Les decimos a los mandos militares qué hacer y no al revés. Esa es la manera en la que el General Washington insistió que debía ser. Eso es lo que el presidente Truman le dijo al General MacArthur cuando éste quería invadir China. “Está despedido!” dijo Truman, y hasta ahí llegó. Y usted debía haber despedido al Gral. McChrystal cuando acudió a la prensa adelantándose a usted, y diciéndole lo que USTED debía hacer. Permítame puntualizar: Amamos a nuestros muchachos que están en el servicio armado, pero detestamos &%*# a estos generales, de Westmoreland en Vietnam, sí, incluso a Colin Powell por mentir a la ONU con su confeccionados dibujos de armas de destrucción masiva (desde entonces ha intentado su redención).
Así que ahora se siente contra una esquina. Hace treinta años, se cumplieron el pasado jueves de acción de gracias, los generales soviéticos tuvieron una idea genial: “¡Invadamos Afganistán!” Bueno, eso resultó ser el clavo final para el ataúd de la URSS.
Hay una razón por la cual ellos no llaman a Afganistán el “Estado Jardín” (aunque probablemente deberían, al ver cómo el corrupto presidente Karzai, sobre quién más adelante hablaremos, tiene a su hermano en el tráfico de heroína cultivando amapolas). El apodo de Afganistán es “el cementerio de los imperios”. Si no lo cree, llame a los británicos. Habría hecho llamar a usted a Genghis Khan pero perdí su número; pero sí tengo el número de Gorbachev: es el +41 22 789 1662. Estoy seguro que él podría darle a usted una amonestación acerca de la histórica metida de pata que está usted a punto de cometer.
Con nuestro colapso económico aún en todo su apogeo y nuestros valiosos jóvenes, hombres y mujeres sacrificados en el altar de la arrogancia y codicia, el resquebrajamiento de esta gran civilización que llamamos América caerá a toda velocidad en el olvido si usted se convierte en el “presidente de la guerra”. Los imperios nunca piensan que el final está cerca, hasta que el fin está aquí. Los imperios piensan que más mal obligará a los paganos a acatar la autoridad-- y sin embargo nunca funciona. Generalmente los paganos de costumbre los hacen pedazos.
Escoja con cuidado, Presidente Obama. Usted, de entre toda la gente sabe que no tiene por qué ser de esta manera. Todavía tiene algunas horas para escuchar su corazón y su propio y claro pensamiento. Usted sabe que nada bueno puede venir de enviar más tropas al otro lado del mundo a un lugar que ni usted ni ellos (los soldados) comprenden, a alcanzar un objetivo que ni ellos ni usted entienden, en un país que no nos quiere ahí. Usted lo siente en sus huesos.
Sé que usted sabe que quedan MENOS de un ciento de al-Qaeda en Afganistán! ¿Cien mil soldados tratando de aplastar a cien tipos que viven en cuevas? ¿En serio? ¿Ha bebido usted
Su potencial decisión de ampliar la guerra (mientras dice usted que está haciendo lo que puede para "poner fin a la guerra") hará más para establecer su legado en piedra que cualquiera de las grandes cosas que usted ha dicho y hecho en su primer año. Un hueso más de usted arrojado a los Republicanos y la coalición de la esperanza y la desesperanza podrá desaparecer -- y esta nación volverá a las manos de los aborrecedores más rápido de lo que pueda gritar "¡bolsita de té!"
Cuidado con su elección, Sr. Presidente. Los empresarios que lo respaldan van a abandonarle tan pronto como esté claro que es usted un presidente de un período y que la nación estará segura en las manos de los habituales idiotas que hacen su licitación. Eso podría ser el miércoles por la mañana.
Nosotros, el pueblo, aún lo queremos. Nosotros, el pueblo, todavía tenemos un pedazo de esperanza. Pero nosotros, el pueblo, ya no aguantamos más. Nosotros no podemos soportar que ceda una y otra vez, cuando lo elegimos por un grande y amplísimo margen de millones para que estuviera en donde está e hiciera su trabajo. ¿Qué parte de “aplastante victoria” no entiende usted?
No se engañe pensando que enviando unas cuantas tropas más a Afganistán hará una diferencia, o le ganará el respeto de los aborrecedores. Ellos no se detendrán hasta que este país esté destrozado y hasta el último dólar sea extraído de los pobres y los que pronto lo serán. Usted podrá enviar un millón de soldados sobre ese lugar y la loca Derecha no estará contenta con ello. Usted seguiría siendo víctima de su incesante odio y el veneno vertido en radio y televisión debido a lo que sea que usted haga, usted no puede cambiar aquello de usted mismo que los pone fuera de sí.
Los odiadores no fueron quienes lo eligieron, y no pueden ser persuadidos mediante el abandono del resto de nosotros.
Presidente Obama, es tiempo de venir a casa. Pregunte a sus vecinos en Chicago y a los padres de los jóvenes hombres y mujeres peleando y muriendo si ellos quieren que se sigan mandando tropas y billones a Afganistán. Piensa usted que ellos dirán, “No, no necesitamos asistencia médica, no necesitamos trabajos, no necesitamos casas. Siga adelante, Sr. Presidente, y envíe nuestra riqueza y a nuestros hijos e hijas más allá del mar, “porque tampoco los necesitamos.”
¿Qué haría Martin Luther King Jr.? ¿Qué haría la abuela de usted? No enviarían más gente pobre a matar a otra gente pobre que no significa amenaza para ellos, es lo que harían. No gastarían billones y trillones para hacer la guerra mientras niños norteamericanos están durmiendo en las calles y haciendo línea para recibir alimento.
Todos nosotros que votamos y oramos por usted y lloramos la noche de su victoria hemos soportado un infierno Orwelliano de ocho años de crímenes cometidos en nuestro nombre: tortura, rendición, suspensión de los derechos humanos, invasión a naciones que no nos han atacado, volar en pedazos vecindarios en los que Saddam “podría” estar (pero nunca estuvo), masacrando fiestas de bodas en Afganistán. Observamos como cientos de miles de civiles iraquíes fueron masacrados y decenas de miles de nuestros valientes jóvenes hombres y mujeres resultaron muertos, mutilados, o están sufriendo angustia mental – el pleno terror del que escasamente nos enteramos.
Cuando lo elegimos, no esperábamos milagros. Ni siquiera esperábamos muchos cambios; pero esperábamos algunos: pensamos que usted detendría la locura. Detendría la matanza. Detendría la insensata idea de que hombres armadas pueden reorganizar una nación que ya no funciona como una nación y nunca, nunca lo ha hecho.
¡Alto, alto, alto! En aras de las vidas de los jóvenes estadounidenses y civiles afganos, deténgase. En aras de su presidencia, la esperanza y el futuro de nuestra nación, alto. Por amor de Dios, alto.
Esta noche aún tenemos esperanza.
Mañana, veremos. La pelota está de su lado. Usted NO tiene que hacer esto. Usted puede caracterizarse por su valor. Puede ser digno hijo de su madre.
Contamos con usted.
Atentamente
Michael Moore
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