MÉXICO, D.F., noviembre (apro).-
“A los ojos de la opinión nacional, sin miramientos de grupos o clases, nada hay tan despreciable que un diputado o un senador. Han llegado a ser la unidad de medida de toda la espesa miseria social.”
Tan categórica definición de los legisladores corresponde a Daniel Cosío Villegas, un hombre de portentosa inteligencia quien, hace 63 años, escribió La crisis de México, un ensayo de extraordinaria actualidad en México.
Pocos, quizá sólo ellos mismos, podrán objetar la descripción que de los legisladores hizo Cosío Villegas en su ensayo, menos aún después de que la coalición PAN-PRI-Partido Verde aprobó en el Congreso la creación y el alza de varios impuestos, entre ellos el IVA a 16% y el ISR a 30%, y dejó intocados los privilegios de la minoría, los mismos que impusieron a Felipe Calderón y se proponen sustituirlo por Enrique Peña Nieto, otro individuo igualmente infecundo.
Por eso, la pertinencia de citar este trabajo del intelectual que fundó El Colegio de México y El Fondo de Cultura Económica radica no sólo en la vigencia de lo que son los congresistas del PAN y del PRI, “borregos” unos y otros, sino la grave crisis que atormenta al país y que, entonces como ahora, demanda –como él postulaba– una transformación radical.
“La aspiración única de México es la renovación tajante, una verdadera purificación, que sólo se conseguirá a satisfacción con el fuego que arrase hasta la tierra misma en que ha crecido tanto mal.”
Cuando Cosío Villegas escribió este ensayo, publicado en noviembre de 1946 en Cuadernos Americanos, revista dirigida por Jesús Silva Herzog, concluía el sexenio de Manuel Ávila Camacho y estaba por iniciar el de Miguel Alemán Valdés.
El historiador y politólogo, agudo crítico del presidencialismo, había llegado a la conclusión de que, ya para entonces, se había agotado la Revolución Mexicana, pero además florecía la corrupción y carecían de toda autoridad moral y política los hombres públicos.
En lo inmediato, vaticinó lo que sería el alemanismo conservador y corrupto: “De aquí a seis años las diferencias entre la Revolución Mexicana y los partidos conservadores pueden ser tan insustanciales, que éstos pueden ascender al poder no ya como opositores del gobierno, sino como sus hijos legítimos”.
Pero, más aún, era tal la crisis política y moral que padecía México –muy semejante a la de hoy– que hizo pública una propuesta insólita: Entregar el poder a las derechas.
“Puesto que las izquierdas se han gastado llevando su programa hasta donde pudieron, puesto que las izquierdas se han corrompido y no cuentan ya con calidad moral, ni siquiera política, necesarias para hacer un gobierno eficaz y grato, déjeseles el turno a las derechas, que no han dirigido el país desde 1010.
“Cuesta un esfuerzo desgarrador no recomendar esta solución, siquiera sea desde el punto de vista bien simplista, de acuerdo, pero tan humano. Y es indudable que las izquierdas tendrían que purificarse o morir.”
Cosío Villegas decía: “Con las derechas en el poder, la mano velluda y maciza de la Iglesia se exhibiría desnuda, con toda su codicia de mando, con ése su incurable oscurantismo para ver los problema del país y de sus hombres reales. La Iglesia perseguiría a los liberales, los echaría de sus puestos, de sus cátedras; les negaría la educación a sus hijos; serían, en suma, víctimas prontas de un ostracismo general. Y los liberales sentirían también en toda su fuerza la persecución desatada de una prensa intolerante, incomprensiva, servidora ciega y devota de los intereses más transitorios y mezquinos. Y el rico se exhibiría entonces ya sin tapujos: ostentoso, altanero, déspota, ventrudo y cuajado de joyas y de pieles, como ya empieza a hacerlo.”
Claro, el intelectual ponderaba su recomendación porque, además del peligro en sí mismo que implicaba entregar el poder al PAN, el temor era que el país pudiera convertirse “en teatro de nuevas y estériles luchas”, y preguntaba: “¿México puede esperar algo de las derechas?”
Se refería específicamente al PAN: “En primer lugar me parece claro que Acción Nacional cuenta con dos fuentes únicas de sustentación: La iglesia católica y el desprestigio de los regímenes revolucionarios; pero la medida de la escasa fuerza final que tendría la da el hecho de que se alimenta mucho más de la segunda fuente que de la primera, a pesar de la tradicional generosidad nutricia de la Iglesia católica para amamantar a todo partido retrógrado. Esto quiere decir que Acción Nacional se desplomaría al hacerse gobierno.”
Por ello, ante la dimensión de la crisis de México, Cosío Villegas planteaba, visionario, algo que no sólo es necesario, sino urgente:
“El único rayo de esperanza -bien pálido y distante, por cierto- es que de la propia Revolución salga una reafirmación de principios y una depuración de hombres.”
Y se explicaba: “Reafirmar quiere decir afirmar de nuevo, y depurar, en este caso, querría decir usar sólo a los hombres puros y limpios. Si no se reafirman los principios, sino que simplemente se los escamotea; si no se depuran los hombres, sino que simplemente se les adorna con vestidos o títulos, entonces no habrá en México autorregeneración y, en consecuencia, la regeneración vendrá de fuera y el país perderá mucho de su existencia nacional y a un plazo no muy largo.”
Quién sabe si esto es posible antes de que se incendie el país…
Apuntes
La “primicia” de Mauricio Fernández, alcalde panista de San Pedro Garza García, Nuevo León, sobre el hallazgo en la Ciudad de México de los cuatro secuestradores ejecutados que operaban en ese municipio, reabre el expediente de los grupos paramilitares que ya operan en vastas comarcas del país, que lo mismos sirven para la “limpieza” de delincuentes que no pactan con los poderes locales que para ajusticiar a auténticos dirigentes sociales. No se olvide que la derecha está vigente…
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