Artículo contribución de YoConAMLO
Viene, viene ¡ppppprrrrrrrrt!, Dijo el “chiflador” y sonó el silbato, extendiendo la mano para recibir una moneda. ¡Dame una moneda, rápido!, le dije a mi esposa mientras yo conducía el automóvil en reversa.
Ella no encontraba el monedero entre tantas cosas que llevaba en las manos; el teléfono móvil, la credencial de la membresía de la tienda, la tarjeta de crédito, el voucher, el catálogo de ofertas de la tienda y el recibo de compra que previamente un par de jóvenes uniformados como botellas de Pepsi habían marcado, subrayado y perforado, certificando que todo lo que llevábamos en el carrito había sido debidamente pagado y sobre todo “legalmente” comprado por un “miembro acreditado” como tal, -lo cual es como obtener un salvoconducto en una embajada, para regresar a tu país de origen- y por medio del cual afortunadamente nos permitieron salir del lugar, después de revisar exhaustivamente todos esos artículos que nos hicieron el favor de vender por mayoreo y que además no necesitábamos.
Mi esposa iba revisando el recibo, porque quería verificar la razón por la que le habían hecho un cargo adicional a su tarjeta por pagar de esa forma. ¿Sería otra de las “ventajas” que ofrecen esas “tiendas”? Por cierto, después de pasar éxitosamente la revisión y creer terminada la experiencia, fue como entrar a “Tonteriland” en algún parque de diversiones gringo. Al salir nos cruzamos con otras familias que llevaban más cosas inútiles en los carritos. Caminando con orgullo, como si se tratara de una pasarela de desfile de modas.
No fue fácil encontrar todos esos artículos en esos grandes anaqueles tipo bodega, apilados y exhibidos en sus cajas originales cortadas con navaja como para minimizar los costos, –para el dueño de la tienda - y con precios impresos en código de barras que facilitan su lectura, –para la tienda- por medio de lectores especiales ubicados en sitios estratégicos, –para la tienda- donde pueden conocerse y que uno mismo debe llevar a “verificar” para que sea más fácil, -para la tienda-. Es tan “personalizado” el “servicio” que en caso de no comprar cualquier artículo que se lleve a verificar, uno mismo debe devolverlo a su lugar porque no hay quién lo haga.
Nos tomó más de tres horas recorrer esa enorme “tienda” que ocupa el terreno de lo que antes fue un balneario con edificios muy viejos, murales descuidados y árboles también muy viejos y raros y que la cadena internacional ha convertido en una fuente de trabajo para más de diez mil jóvenes estudiantes que ocupan puestos de trabajo temporales (algo así como “El mundo de los niños” pero para adultos), donde el autoservicio es tan personalizado que tu mismo tienes que hacer casi todo, ya que no hay personas que informen. Tu, si lo deseas hasta puedes recoger cajas de cartón de la basura y depositar los artículos previamente pagados y recientemente han anunciado que nos van a hacer el favor de vender bolsas “bio-desagradables”. Todo esto claro, únicamente para quienes han sido autorizados –previo pago- para poder comprar y que disponen de su membresía actualizada, la cual tiene la fotografía del titular para que nadie más, excepto éste tenga el privilegio de comprar.
¡Gracias mi jefe! dijo el “chiflador” y dio un sorbo a su vaso de Coca de la máquina del “restaurante” de “comida” rápida, donde le permiten llenarlo varias veces al día como única prestación de su trabajo, del cual no existe por parte de la empresa, remuneración, contrato o compromiso, excepto que él debe regresar los carritos a su lugar, hacerse responsable de los automóviles, llegar temprano, llevar uniforme y respetar y obedecer las disposiciones de la gerencia. También, durante la temporada de lluvias debe proteger a los “miembros” con una sombrilla del “restaurante”, la cual por sus dimensiones lo hace ver como una hormiga cargando una hoja de árbol.
Enfilé el auto hacia la salida más cercana y me formé en donde había menos coches.
¡SOLO PREPAGO!, me gritó un “Empleado”1 con tono autoritario y déspota.
¿Hiciste el prepago?, pregunté nervioso a mi esposa.
¿Prepago?, preguntó
Sí, el prepago del estacionamiento, debe ser un anticipo de pago que debe hacerse previamente en la tienda y el resto ha de pagarse en las casetas, respondí ¡Salga de la fila y vaya a pagar!, dijo el Empleado. Y agregó: “no se recibe prepago de estacionamiento en las casetas de “pago”, tenemos varios módulos de prepago dentro de la tienda. Pensé que no había hecho un pago previo, porque supuse que el prepago se refería a que una parte se pagaba antes y el resto al cruzar la caseta “de pago”, donde casualmente no reciben pagos, pero no, gracias a la automatización, el prepago no se pre-paga; se paga una vez pero sólo en los módulos autorizados, totalmente automatizados y sin necesidad de “empleados”.
¡Fue terrible!, todos nos miraban como traidores a la patria o como si hubiéramos orinado una estatua del camellón del Paseo de la Reforma o lo que es peor, desfilando en la marcha de la seguridad con playera Zaga.
Nos permitieron mover el automóvil hasta una bahía especial, construida para los ignorantes que no saben de modernidad. Eso gracias a que llegó un policía bancario que nos ayudó.
Bajé del automóvil y busqué en la caseta alguna persona que me orientara pero sólo encontré al Empleado quién con tono de empresario me dijo: “este es un estacionamiento cien por ciento automatizado, …tiene que ir a pagar a cualquiera de “nuestros” módulos de “prepago”.
Así que me dirigí hacia la tienda.
¡No te vayas!, me gritaba mi familia porque no soportaba las miradas y los cometarios de los demás usuarios del estacionamiento. ¡Que vergüenza!, ¡Cómo se atreven a salir!, ¡deberían irse a la Central de Abastos!, ¡Ignorantes!, ¡Por eso no progresa este país!
Encontré el “módulo de prepago”, que más que módulo de prepago parece refrigerador de restaurante de “comida” rápida pero eso sí cubierto con plástico, “para que no lo maltraten los usuarios” y con un pequeño techo, por si llueve. Muy moderno, con letreros en varios idiomas, hasta en español. No había quién cobrara, sólo una fila de personas con cara de satisfacción por hacer su “prepago” personalmente y sin intervención humana de empleados mal encarados que, no obstante tener un “empleo” y a quienes“les dan” el salario mínimo, son groseros.
Mientras estaba formado, observé a otras personas y escuché los comentarios. ¡Es como en el estacionamiento de Central Park en Nueva York!, dijo una señora, ¡Sí! está “padrísimo” dijo su hija. ¡Es más seguro y se minimizan los costos de operación!, dijo el padre con aire de orgullo nacional y tono de egresado de Finanzas de la UNITEC. ¿Es más barato?, preguntó el hijo pequeño. El padre, repitiendo el tono y las palabras de un comentarista de televisión exclamó: “…mmmm bueno si tomas en cuenta que en promedio cada persona permanece más de dos horas y que realiza su “prepago” personalmente; que se eliminan los conflictos laborales; los gastos por concepto de prestaciones; los pagos de seguro social, los impuestos, y se incrementa la seguridad, pues resulta que sí es más barato, para el dueño”.
Pero, ¿a nosotros nos cuesta menos?, pregunto otra vez el hijo. Pues... mmmmm, no, pero está automatizado con tecnología de punta, respondió el padre. ¿Y si nos equivocamos Papá?, preguntó el niño. Pues es “inteligente” hijo, si se introduce menos dinero o dinero falso o incluso alguien se equivoca en el procedimiento, el módulo rechaza la operación y activa una alarma que observa a esa persona a través de una cámara desde el cuarto de control, pero si se pone más dinero o no devuelve el cambio, pues es responsabilidad del cliente.
Nunca lo había usado y me tardé en tratar de pagar. La gente se inquietó hasta que un niño como de diez años de edad me ofreció su ayuda. Orgullosa la madre del niño exclamó: ¡Es tan listo!, si viera como juega el PlayStation2.
Tal vez el niño me vio tan inseguro que dijo: ¡Meta el boleto aquí!. ¡No!, así no, volteado, con la cinta magnética hacia arriba. Ahora espere a que salga la cantidad a pagar.
Apareció la cantidad y… “Ahora un billete, pero en la posición que muestra el panel”. “Acepta billetes de diferentes denominaciones." El niño hablaba como si estuviera despachando hamburguesas. Estuve a punto de preguntarle que si por tres pesos más obtendría papas y refresco grande.
Pagué y regresé al automóvil y por fin pude rescatar a mi familia de aquella pesadilla.
1 Empleado. adj.- Beneficiario de un empleo. Parásito de la sociedad que ha sido beneficiado con un empleo y que hasta recibe un salario. Sirve también para llenar datos estadísticos de gobiernos neoliberales. Los “políticos” ofrecen crear empleos a los desocupados, como si fuera una limosna y no la retribución por un trabajo realizado que además genera riqueza –para unos cuantos-
2 Playstation.- Juguete de vide-ota, indispensable para que los niños estén preparados para el “mercado” de trabajo automatizado y se vayan creando una “cultura” laboral como “el mejor empleado del mes” de Starbucks.