La crisis de 2008, la más grave de todas, no sólo se debió a las
contradicciones inherentes al capitalismo neoliberal, sino a prácticas
descaradamente inmorales
Eticas de Crisis, libro del filósofo y poeta Josu Landa de reciente publicación. Transcribimos aquí extractos de la entrevista al autor hecha por Andrea Bárcena en La Jornada del 15 de Septiembre, 2012.
"Lo que nos pasa aquí, en América Latina, y también
en los países del primer mundo es algo más profundo y grave que una
crisis financiera. Desde hace tiempo vivimos un proceso de decadencia,
que engloba reiterados momentos de crisis económicas, políticas y
culturales. O sea, se está acabando un modo de ser en el mundo y eso se
refleja en las formas de vida de las personas.
Un solo botón de muestra: para los de mi generación, tener un buen
nivel cultural, poder conectar con los saberes y sabidu-rías
grecolatinas, medievales, renacentistas, ilustradas, modernas,
mesoamericanas, orientales... era un valor indiscutible, con
implicaciones en nuestras vidas.
“Ahora –prosigue Josu Landa–, esos vínculos se han
cortado; todo queda en erudición superflua accesible por Internet (que
muchos confunden con educación), algo puramente funcional de cara al
éxito económico-social, sin compromiso con el ethos.
"–Vivimos en medio de un progreso técnico inusitado. Eso está a la
vista y parece contradecir la idea de una decadencia. Lo que pasa es que
los avances en una ciencia subordinada a la tecnología y en la eficacia
productiva se están dando al precio de un deterioro, no menos evidente,
en el terreno cultural y ético.
“Nos llenamos de aparatos y nos dejamos subyugar por fetiches
banales, a costa del vaciamiento de nuestras almas. Mientras, pierde
fuerza un modo de ser en el mundo, sustentado en una serie de valores
firmes, como el del respeto absoluto a la vida o a la dignidad humana.
“Esto ya no es una crisis propiamente, porque una crisis, por
definición, es relativamente breve, ya que es un momento en el que se
decide la vida o la muerte de un proceso social o político focal bien
determinado. Finalmente, una crisis se resuelve en un resultado equis y
las cosas siguen su curso, dentro de un orden de cosas. La decadencia,
en cambio, no tiene solución, sino un desenlace a largo plazo, una
difuminación en un orden en proceso de definición y cuyas
características nos resultan imprevisibles desde nuestro presente.
Por supuesto, no niego que existan crisis; lo que digo es que las
graves crisis del presente se insertan en un proceso global de
decadencia y que ésta debe interesarnos, no para impedirla, ya que es
inevitable, sino para tratar de reflotar lo más radicalmente humano, en
medio de la confusión y la barbarie...
“Cuando uno observa lo que ha sido la historia de las civilizaciones,
descubre atrocidades igual de graves que las de nuestro tiempo, aunque
el poder de destrucción hoy es mayor que nunca. Una monstruosidad como
la aniquilación total de Cartago por los romanos, por ejemplo, es
cualitativamente equiparable a cualesquiera de los grandes genocidios
que se dieron en el siglo XX. A lo que voy es a que, en tiempos así, la
filosofía se presentaba como una forma de vida apta para enfrentar
efectivamente las peores calamidades, cultivando el ethos, el
juicio recto, la autarquía, el control de los deseos, la
impertur-babilidad, la indiferencia ante los valores banales, el cuidado
de sí, la vida feliz, la cosmopolítica, etcétera.
“Para mí, la tradición filosófica es mucho más que un depósito de
tesis a interpretar desde la curiosidad teórica, histórica o filológica.
Para mí, la filosofía es una corriente viva de uso de la razón o de
producción de verdad, centrada en el propósito de vivir bien en este
mundo. Y lo que planteo, en concreto, es que escuelas como el cinismo,
el epicureísmo, el estoicismo, el pirronismo (sin menoscabo de las
contribuciones de Platón y Aristóteles) se sustentan en una forma de
vida que mantiene su vigencia también en nuestro tiempo.
Capitalismo depravado
–En su libro fustiga a lo que llama capitalismo depravado
, que impone y expande la actual globalización del mercado. ¿Las éticas de crisis serían las medicinas
o recetas para hacer frente a las secuelas de ese modelo económico?
–La crisis de 2008, la más grave de todas, no sólo se debió a las
contradicciones inherentes al capitalismo neoliberal, sino a prácticas
descaradamente inmorales. Para colmo, en lugar de suplantar el modelo
que derivó en esa catástrofe, los factores de la economía global
siguieron en sus trece, tratando de enriquecerse sin escrúpulo ni
medida. Por eso hablo de un capitalismo depravado.
“No tengo recetas para enfrentar la actual decadencia con crisis,
pero pienso que es posible intentar estratagemas integrales, que
equilibren políticas públicas con un exigente cultivo del ethos
personal. Todos los programas político-sociales son imperfectos, pero
unos son preferibles a otros. Los proyectos de corte capitalista
responden a una lógica de explotación y acumulación desaforada de
riqueza, que descansa en el consumismo ilimitado, en la destrucción
irracional de recursos naturales y en la enajenación de las vidas de
inmensos contingentes de personas. Por ejemplo, eso conlleva una
exacerbación mediática y publicitaria del deseo, que al no poder ser
satisfecho, abre paso a la frustración, al resentimiento individual y
social y a la violencia. Si a eso se le suma el debilitamiento o la
ausencia de contenciones como las que aporta la buena educación, la
solidaridad comunitaria, la ley justa, el desarrollo ético constante,
los grupos de ‘religación’ positiva y realizadora (que vienen a ser
algunas religiones), la asunción de valores positivos, una idea clara
del sentido de la vida... la situación no puede ser distinta a la que
conocemos en el país y casi todo el mundo.
“Junto a la transformación de las actuales relaciones sociales, que
derive en una economía justa y una política centrada en el bien común y
en la felicidad colectiva, tiene que darse un cultivo creador,
transformador del ethos de cada quien. Ésa es la parte que nos
ofrecen las éticas rigurosas que inventaron los griegos, entre ellas las
que llamo ‘éticas de crisis’. Con ellas podemos ‘curar’ nuestro ethos,
nuestro ser interior, aprendiendo a encauzar adecuadamente el deseo, a
contentarnos con lo estrictamente necesario, a respetar a los otros y a
la naturaleza, a procurar la radical libertad que da la conformidad con
el mundo, a evitar toda desmesura, a despreciar valores banales, a
preferir los placeres más elevados, a cultivar nuestra interioridad para
poder ayudar a mejorar la vida propia y la de todos quienes nos
rodean.”
Para leer el artículo completo en La Jornada: http://www.jornada.unam.mx/2012/09/15/cultura/a02n1cul