6/27/2023 01:42:00 p. m.

Trabajos de Mierda, una teoría de David Graeber

 

Por Hasardevi
Junio 21, 2023

“Una obra que explora de manera brillante el deseo de libertad y la sutil distinción entre poder y sometimiento. El mejor libro de no ficción que leerás este año, pero no se lo digas a tu jefe.” The Globe and Mail



David Graeber llamó “Bullshit Jobs” (Trabajos de Mierda) a los muchos trabajos inútiles que, según su propia investigación, existen, y consignó su esencia perniciosa en un extenso trabajo póstumo del mismo nombre. “A todo aquel que preferiría estar haciendo algo útil”, dedica el también activista social Graeber, su trabajo.

No son propiamente “inútiles” desde ciertos puntos de vista, por eso creo que su designación como Bullshit Jobs sería lo más cercano al sentido que el antropólogo norteamericano les confiere. Hace una distinción clara entre un trabajo “basura” y uno de “mierda” al separar al trabajo falto de sentido con el mal pagado y muy poco valorado; trabajos imprescindibles como la recolección de basura y otros que aportan gran servicio a la comunidad, no son, por ello, “bullshit jobs”.

Su libro partió de una pregunta hecha por Graeber: ¿Su trabajo tiene algún sentido para la sociedad?  
Hay millones de personas: consultores de recursos humanos, coordinadores de comunicación, investigadores de telemarketing, abogados corporativos, etc., cuyos trabajos no aportan nada y, lo peor, sobre todo para ellos, lo saben y, no obstante, están atrapadas en tales trabajos de mierda.

Resulta novedoso el planteamiento de Graeber, aunque ya Keynes y Marcuse lo adelantaron. Muchas de las tareas que se realizan en una economía de “esclavos asalariados” son una forma de empleo tan carente de sentido, tan innecesaria o perniciosa, que ni el propio trabajador puede justificar su existencia, pero se obliga a fingir que no es así porque admitirlo sería más devastador. Además, necesita el dinero. Los beneficios de la productividad de la automatización no han conducido a una semana laboral de 15 horas, como predijo el economista John M Keynes en 1930; por su parte, en 1967 el sociólogo Herbert Marcuse dijo en una conferencia en la Universidad Libre de Berlín titulada El final de la utopía, que había llegado el momento en el que era posible crear una sociedad libre ya que “el desarrollo de las fuerzas productivas, el imparable avance de la automatización”, permitían por primera vez erradicar el hambre y la miseria del mundo y acabarían con el trabajo alienado para dar paso a uno creativo y gozoso, a “una convergencia de trabajo y juego (ocio)”. Por cierto, una parte de esto se ha hecho realidad y sí ha habido una multiplicación de las ganancias, pero… para el 1% de la población mundial. Entre otras cosas también, la no reducción de la jornada laboral se debe a que el neoliberalismo trajo consigo el consumismo y así mucha gente, clase media, sobre todo, opta por trabajar aún más con el fin de satisfacer su deseo de consumo.

 

Estos trabajos “de mierda”, al carecer de propósito se tornan psicológicamente destructivos cuando la autoestima se liga a lo que “se hace” para ganarse la vida, cuando la persona se define precisamente por su trabajo.

Graeber hace una clasificación de esos trabajos que él considera “de mierda”, y llama a algunos, por ejemplo, trabajos chapuza, los cuales realizan determinados empleados para mantener en funcionamiento máquinas viejas y ahorrarle a la empresa la compra de nueva maquinaria. La empresa “da” trabajos mal pagados, y mantiene el status quo al que alude Orwell: “Una población que está ocupada trabajando, aunque sea en tareas totalmente inútiles, no tiene tiempo para hacer mucho más.”

Graber Clasifica de manera general estos trabajos que llama “de mierda”, así:

1.     Lacayos (flunkies), aquellos que sirven para que sus superiores se sientan importantes, por ejemplo, recepcionistas, auxiliares administrativos o porteros.

2.     Esbirros (goons), aquellos que actúan para engañar a otros a nombre de su empleador, por ejemplo, grupos de presión, lobistas, abogados corporativos, especialistas en relaciones públicas o community managers.

3.     Parcheadores (duct tapers), aquellos que solucionan temporalmente problemas que podrían arreglarse permanentemente, por ejemplo, los programadores que reparan código inflado (Code bloat) o el personal de recepción de las aerolíneas que calma a los pasajeros cuyas maletas no llegan.

4.     Los marca-casillas (box tickers), aquellos que crean la apariencia de que se está haciendo algo útil cuando no es así, por ejemplo, los administradores de encuestas, los periodistas de revistas internas, los responsables de cumplimiento de las empresas o los gestores de servicios de calidad.

5.     Capataces o supervisores (taskmasters), aquellos que gestionan -o crean trabajo extra- a quienes no lo necesitan, por ejemplo, los mandos intermedios o los profesionales de dirección.

La lista no se agota aquí, y se pueden combinar ciertas actividades inútiles de ciertos trabajos, o incluso el para “quién” se trabaja. Pero incluso hay trabajos que, si bien reportan utilidad en cierta o gran medida, han sido burocratizados y desnaturalizados de su propósito principal: Graeber menciona por ejemplo a académicos y maestros a quienes se pide realicen informes y papeleo absurdo.

 

El trabajo no es un valor en sí mismo, el valor se da en la medida que contribuye al mejoramiento de todos. Pero nadie parece cuestionarse esta situación: asumen la necesidad de trabajar más y se piensa que sólo eso da sentido y dignifica la vida. Por eso se ve con desprecio a los desempleados, a los que hacen trabajos basura, a los pobres y a quienes reciben ayudas públicas. “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”, reza la condena bíblica, y sin embargo, Aristóteles decía que el trabajo no hace mejores a las persona, al contrario, las envilece pues resta tiempo a sus obligaciones sociales y políticas. El trabajo viene, dice Graeber, a glorificarse como la esencia de la vida después de la revolución industrial, se le adjudica un valor en sí mismo y es “el único productor real de valor”. No obstante, hoy los capitales del mundo hacen creer que ellos son, y no los trabajadores, los generadores de riqueza. El trabajo como fin en sí mismo, valorarse con base en lo mucho que se trabaja, y sufrir por y en el trabajo, para “merecer” vivir.

La parte fundamental de la obra de Graeber, a mi parecer, es su sentido ético-político. Las jornadas de trabajo pueden y deben ser reducidas, los trabajos inútiles contribuyen en gran medida al desperdicio de recursos e incluso avivan el problema de la contaminación ambiental. El ser humano está capacitado para realizar tareas creativas y tiene derecho al ocio; mantener a todo mundo sumergido en trabajos inútiles y sin tiempo para explayarse, ensanchar sus horizontes personales, es la trampa social que los políticos, empresarios y gobiernos abusivos utilizan para sojuzgar al pueblo e impedir su despertar.

Puritanismo: dícese del miedo obsesivo a que alguien, en alguna parte, pueda ser feliz. H. L. MENCKEN (citado por Graeber en su libro).

Transcribo aquí, un párrafo de la obra póstuma de Graeber que encontré particularmente interesante; es una obra extensa y en todo caso, su lectura completa  es muy recomendable.

Si retomamos la distinción entre «valor» y «valores» ofrecida en el capítulo anterior, lo podríamos explicar de la siguiente manera: si solo pretendes llegar a tener mucho dinero, es posible que haya alguna forma de lograrlo; pero si tu objetivo es alcanzar algún otro tipo de valor —ya sea la verdad (periodismo, ámbito académico), la cultura (arte, editoriales), la justicia (activismo, derechos humanos), la caridad, etc.— y que además te paguen bien por ello, a menos que tengas un mínimo de riqueza familiar, contactos sociales o capital cultural ya te puedes ir olvidando del tema. La «élite liberal», por tanto, está formada por quienes han conseguido atrincherarse en puestos en los que es posible que les paguen por hacer algo que desean hacer por razones distintas del propio dinero. Se considera que están intentando, y en muchos casos logrando, convertirse en la nueva nobleza de Estados Unidos —igual que hace la aristocracia de Hollywood: monopolizan el derecho hereditario a todos estos trabajos que permiten vivir bien y además sentir que uno está sirviendo a algún objetivo elevado—, es decir, sentirse como nobles.

6/22/2023 02:25:00 p. m.

Secretaria de Gobernación

  

Junio 20, 2019.

Por Jorge G. 

En nuestro gobierno no se permite la violación de derechos humanos; la autoridad no es cómplice, encubridora y ejecutora de torturas y masacres. 

Andrés Manuel López Obrador, Presidente de México.

El gobierno dejó de ser el principal violador de los derechos humanos: AMLO

 

En el viejo régimen, la Secretaría de Gobernación fungía en los hechos como vicepresidencia, la Constitución misma otorgaba temporalmente la titularidad del Ejecutivo al secretario de gobernación en caso de ausencia total del presidente.

Así mismo, sirvió como plataforma formativa y de visibilidad para el que sería designado por el dedo elector, hasta que los tecnócratas consideraron que Hacienda proporcionaba mejores cuadros. Así por ejemplo, eran secretarios de gobernación al momento del destape Díaz Ordaz y Echeverría.

A propósito de Echeverría, cómo olvidar el lado más oscuro de la secretaría de gobernación; el control de la disidencia y los medios de informacion, la guerra sucia, la contraguerrilla y las concertacesiones. Evidentemente, en este tema hay mucho que decir y esta nota escrita sobre las rodillas no pretende ser exhaustiva.

Con la llegada al poder del movimiento de regeneración nacional, el cambio habría de tocar inevitablemente a esta dependencia. Andrés Manuel López Obrador declararía que en su gestión, gobernación se transformaría en la secretaría de los derechos humanos. Por supuesto, un cambio tan radical no habría podido ser inmediato y, para empezar, fue necesaria una figura de transición que no generara mucha inquietud en el mundo político; ahí entra, con sus claro oscuros, Olga Sánchez Cordero.

Para el segundo tercio del sexenio, el Presidente necesitaba un hábil negociador político de su confianza y que además, al menos declarativamente, estuviera más cerca de los ideales de la 4ta transformación. Así, Adán releva a Olga.

Con la sucesion adelantada, Adán Augusto López deja el gabinete, la precampaña había iniciado muchos meses antes de la suplencia y sería ingenuo pensar que AMLO no analizó detenidamente cada una de las posibilidades que tenía para designar al secretario de gobernación que concluirá el primer sexenio de la transformación.

En la designación de Luisa María Alcalde existe, así lo creo, la intención de quitar a la dependencia el enorme peso político que tenía en el viejo régimen. Ya no será órgano de control político, escuela para tapados y mucho menos el sótano del poder. 

Se designa a una mujer joven, formada en el obradorismo y ello seguramente conlleva mensajes que aún no alcanzamos a leer.

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