En parte de la reseña del libro de estos dos jóvenes nonagenarios, se lee lo siguiente:
Con un discurso comprometido, ambos autores llaman a sobrepasar las divisiones ideológicas para encontrar soluciones que saquen a Europa de la crisis. Ellos señalan cuatro recursos para "alimentar a la izquierda: la fuente libertaria, que se concentra en la libertad individual; la fuente socialista, que se concentra en la prosperidad de la sociedad; la fuente comunista, que se concentra en la fraternidad comunitaria. Y se añade la fuente ecológica, que restituye nuestros lazos y nuestra inter-dependencia con la naturaleza y más profundamente con nuestra madre Tierra y que reconoce en nuestro Sol, la fuente de todas las energías vivientes."
Yo encuentro muy interesante la expresión del concepto de "interdependencia" arraigado en la cultura oriental, más precisamente en el Budismo, y el de "Madre-Tierra" tan presente en las culturas originarias, aborígenes o indígenas, como se prefiera llamarles. Creo que este libro es un aporte más de algunos humanistas preocupados por encontrar esa "vía" del medio, por transitarla con entusiasmo y por llevar a la humanidad a recorrerla en unidad y camaradería, disfrutando el trayecto... ¿por qué no?
Hasardevi
Stéphane Hessel y Edgar Morin publicaron Le Chemin de l’espérance, aux actes citoyens !, o "El Camino de la Esperanza, ¡Ciudadanos a la acción!" por aquéllo, seguramente, de "¡Ciudadanos, a las armas!" El cual promueve la insurrección de las conciencias y la exigencia ciudadana.
El siguiente texto es parte de una entrevista a los autores tomado de "La Vanguardia":
"Debe decrecer la economía del despilfarro"
Hoy hay cada vez más en el mundo una parte de la población, empobrecida, que no tiene acceso al consumo y a la que hay que permitirle acceder. Pero existe a la vez un exceso de consumismo. Cebamos a los niños con productos que les vuelven obesos, vendemos productos dotados de virtudes puramente mitológicas –la salud, la belleza–, alimentos llenos de conservantes peligrosos para la salud, objetos desechables, coches y electrodomésticos concebidos para durar no más de seis años... Es un despilfarro económico. Hay que hacer decrecer la economía del despilfarro, de la futilidad. Hay que recuperar las virtudes de la reparación de objetos duraderos. Hoy hay una fuerza enorme, que es la fuerza de los consumidores. Si los consumidores se convierten en una fuerza capaz de seleccionar los buenos productos y boicotear los malos, pueden intervenir en el cambio. Hay cambios posibles en todos los terrenos. Si se hacen juntos, podemos progresar por la buena vía.
Hessel: La protesta es un principio, necesario, pero un principio. Hay que despertarse, tener ganas de que las cosas cambien. Pero después ha de venir una reflexión sobre los cambios que son necesarios. En nuestro libro planteamos cuáles son hoy las grandes reformas indispensables para superar la crisis, para salir de la tristeza, del desaliento. Es necesaria una acción resuelta de los gobiernos, pero también de los ciudadanos. Nosotros creemos que hay que movilizar a los ciudadanos en todos los países para llevar a cabo las reformas que son fundamentales.
Morin: Estoy plenamente de acuerdo. Los movimientos de la juventud en Europa, en Estados Unidos, en los países árabes, han sido muy importantes. Pero estamos obligados a constatar que detrás de este movimiento, llevado por aspiraciones justas y profundas, no ha habido un pensamiento. Falta un pensamiento político que reflexione sobre la crisis profunda de nuestro siglo. Estamos en una crisis que no es sólo económica, demográfica, ecológica, moral. Es una crisis de civilización, una crisis de la humanidad. Si no pensamos en este marco, estamos condenados a la impotencia. Hay que pensar en otra vía, lanzando reformas múltiples, hay que preparar un nuevo camino.
Por un lado, parece que el mundo se dirige hacia al abismo. Por el otro, ustedes hablan de esperanza.
Hessel: Hay elementos de esperanza.
Las cosas no son tan homogéneas como pudiéramos temer. En todos nuestros países hay indignados, y esos indignados –pese a haber hecho caer en España a la izquierda– son favorables a una nueva economía, a una nueva manera de plantear los problemas. Hay muchas cosas que van mejor. Hay ejemplos alentadores. Es muy importante no quedarse sólo en la catástrofe posible, sino ver también el inicio de una mejora real sobre la que se puede fundar una nueva esperanza.
Morin: Stéphane tiene toda la razón al decir que en todo el mundo hay un hormigueo de iniciativas creadoras, locales, aisladas las unas de las otras, pero que son testimonio de un deseo de renacer. En España hay también muy buenos ejemplos de municipios que consiguen reducir el paro, de una agricultura ecológica… Yo creo que si se tienen en cuenta estas iniciativas –de las que ni la administración ni los partidos políticos son conscientes, porque no lo ven, viven en un mundo abstracto–, podemos concluir que hay nuevas fuerzas. En la historia, las grandes transformaciones nacen de desviaciones. Esos polos de transformación están ahí, pero están aún dispersos, hay que ligarlos, alentarlos. Hay que hacer comprender que es a través de un conjunto de reforma
¿Los partidos políticos ya no sirven?, ¿están demasiado encerrados en sus certidumbres?
Morin: No tanto en sus certidumbres como en sus rutinas. Son mundos cerrados. Van a remolque de la economía, cuando es la economía la que tendría que ir a remolque de la política. Pero hay una posibilidad de regeneración, y hay que trabajar en esa dirección.
Hessel: Sería un error hacer creer a los ciudadanos que se indignan que los partidos políticos son impotentes. Al contrario. Vivimos en democracias que sólo pueden cambiar de orientación si los grandes partidos políticos son animados por los ciudadanos. A quienes se indignan hay que decirles que no se queden fuera del funcionamiento institucional del país. España, o Francia, necesitan partidos políticos, pero hace falta que esos partidos sean animados por ciudadanos valientes y ambiciosos. No hay que dejar que los partidos pierdan su ambición, que se preocupen sólo por tomar el poder y renuncien a transformar la sociedad. Hoy, allí donde voy, veo el riesgo de que los indignados se queden fuera del juego político. Y así se marginalizan.