Por Hasardevi
Noviembre, 2023
"El día que la ciencia comience a estudiar los fenómenos no físicos, avanzará más en una década que en todos los siglos anteriores de su existencia".
Nikola Tesla
La filosofía es “una meditación sobre la muerte” decía Sócrates, por su parte Platón consideró que los verdaderos filósofos son los que se dedican a entender la muerte. Y más recientemente, en el siglo XIII el Buda Nichiren, fundador de la escuela de budismo seguida por miembros de la Soka Gakkai Internacional, nos advierte que "primero que nada, aprendamos sobre la muerte, y después sobre otras cosas”.
“La muerte pesa mucho sobre el corazón humano como un recordatorio ineludible de la naturaleza finita de nuestra existencia” dice el filósofo Budista Daisaku Ikeda, quien como humanista, busca ayudar a todas las personas a que comprendan y trasciendan los cuatro sufrimientos de los que habla el Budismo: el sufrimiento del nacimiento (y de la existencia cotidiana), el de la enfermedad, el del envejecimiento y, finalmente, el de la muerte.
Porque la muerte, indisolublemente ligada a la vida, es realmente, la otra cara de la misma moneda. O dicho más exactamente: otro aspecto de la propia vida.
En efecto, todo filósofo e incluso diría que todo científico que se precie de serlo, no puede ni debe evadir este tema fundamental para la humanidad, porque ahí yace, además, la ligereza con que se vive y el desprecio hacia la vida que parece haber ido incrementándose en todas sus manifestaciones y para muestra he ahí una Tierra que nos dice a gritos !ya basta! y nos pide en su lamento que reconsideremos la forma en que vivimos.
El filósofo budista Daisaku Ikeda alude al tema de la muerte como una cuestión que atañe tanto al filósofo como al científico y, sobre todo, al ser humano común al que afectan las decisiones que ignoran este tema fundamental:
La civilización moderna ha intentado ignorar la muerte. Hemos desviado nuestra mirada de esta preocupación tan fundamental mientras intentamos llevar la muerte a las sombras. Para muchas personas hoy en día, la muerte es la mera ausencia de vida; es vacuidad; es el vacío. La vida se identifica con todo lo bueno: con el ser, la racionalidad y la luz. Por el contrario, la muerte se percibe como algo malo, como la nada, algo oscuro e irracional. Sólo prevalece la percepción negativa de la muerte.
Humanistas como Elizabeth Kübler Ross, Arthur Schopenhauer, Karl Jung y muchos más, también han mostrado su interés por el tema de la muerte y han dejado interesantes reflexiones al respecto. Kübler Ross, psiquiatra suiza-estadounidense que dedicó gran parte de su vida profesional al estudio de la muerte creía que “La muerte es sólo un paso más hacia la forma de vida en otra frecuencia y el instante de la muerte es una experiencia única, bella, liberadora, que se vive sin temor y sin angustia”. También decía haciendo un símil con la vida que ya no vemos en forma manifiesta, que un barco no deja de existir aun cuando navegue en el océano más allá de los límites de nuestra vista; "la gente del barco no ha desaparecido; simplemente se están mudando a otra orilla".
Regreso de nuevo al humanista Ikeda:
Estamos empezando a comprender que la muerte es más que la ausencia de vida; que la muerte, junto con la vida activa, es necesaria para la formación de un todo más amplio y esencial. Este todo mayor refleja la continuidad más profunda de la vida y la muerte que experimentamos como individuos y expresamos como cultura. Un desafío central para el próximo siglo será establecer una cultura basada en una comprensión de la relación entre la vida y la muerte y de la eternidad esencial de la vida. Semejante actitud no reniega de la muerte, sino que la confronta directamente y la posiciona correctamente dentro del contexto más amplio de la vida.
El budismo habla de una naturaleza intrínseca (a veces traducida como "naturaleza del Dharma") que existe dentro de las profundidades de la realidad fenoménica. Esta naturaleza depende de las condiciones ambientales y responde a ellas, y alterna entre estados de emergencia y latencia. Todos los fenómenos, incluidos la vida y la muerte, pueden verse como elementos dentro del ciclo de emergencia y latencia, o manifestación y retirada.
Los ciclos de vida y muerte pueden compararse con los períodos alternos de sueño y vigilia. Así como el sueño nos prepara para la actividad del día siguiente, la muerte puede verse como un estado en el que descansamos y nos reponemos para una nueva vida. En este sentido, la muerte debe ser reconocida, junto con la vida, como una bendición que hay que apreciar. El Sutra del loto, núcleo del budismo mahayana, afirma que el propósito de la existencia, los ciclos eternos de vida y muerte, es que los seres vivos "disfruten a gusto". Enseña además que la fe y la práctica sostenidas nos permiten conocer un gozo profundo y duradero tanto en la muerte como en la vida, para igualmente "disfrutar de nuestra tranquilidad" en ambos. Nichiren describe el logro de este estado como "el mayor de todos los gozos".
El maestro Ikeda cree, con fundamento en el Budismo, que las guerras deben enseñarnos que la solución a éstas no estriba en la reforma de los factores externos, o al menos no sólo eso, sino que el verdadero cambio debe provenir desde dentro del ser humano, de su revolución humana, o toma de consciencia y, desde luego, inspirarse “en una nueva comprensión de la vida y la muerte”.
Un ejemplo del pensamiento de aquéllos que volcaron su mirada hacia el interior para encontrar ahí el sentido de la vida y de la muerte y que, al mismo tiempo, volcaron su vida y su esclarecimiento hacia los demás y, ya fuera que lo supieran o lo intuyeran, eran acordes con lo que ya antes en el Sutra del Loto el Buda Shakyamuni enseñó: que la vida es eterna y debe ser gozosa. Esto queda de manifiesto en el pensamiento de Carl Gustav Jung, quien consideraba a la muerte como una meta ya que, evitarla, "es evadir la vida y su propósito". Para Jung la vida es un "segmento de la existencia", pero iba más lejos al decir: "lo que sucede después de la muerte es tan indescriptiblemente glorioso que nuestra imaginación y nuestros sentimientos" no alcanzan para tener al menos una "concepción aproximada".
El filósofo alemán Schopenhauer decía que la muerte es el ingenio inspirador de la filosofía, y citando las escrituras indias afirmó: "Nacimiento y muerte pertenecen por igual a la vida, se contrapesan, forman los dos polos extremos de todas las manifestaciones de la vida.”
El sentido de la muerte se encuentra en la vida misma, decía Albert Camus, porque ser conscientes de la muerte es lo que da sentido a la existencia.
En una celebración, sin embargo, de la vida en su estado manifiesto, y un recordatorio de la inexpugnable muerte, considero muy oportunas las palabras del poeta Charles Bukowski:
“Vamos a morir todos, todos, ¡qué circo! Eso por sí solo debería hacer que nos amemos, pero no es así. Estamos aterrorizados y aplastados por las trivialidades, nos devora la nada”.
Nous avons toute la vie pour nous amuserNous avons toute la mort pour nous reposerNous avons toute la vie pour nous amuserNous avons toute la mort pour nous reposer
Georges Moustaki La philosophie
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