¿Es Obama un ingenuo que cree en el diálogo? Las palabras pesan; Iraq fue invadido por unas palabras
La concesión del premio Nobel de la Paz a Barack Obama, presidente de Estados Unidos, ha provocado perplejidad, cuando no indignación, en determinados sectores, especialmente entre la emergente ultraderecha estadounidense. Este galardón, se suele decir, se concede en función del trabajo realizado, y Obama no lleva ni un año en el cargo. Pero no van por aquí los tiros más peligrosos. The Washington Post hizo ayer una encuesta sobre si Obama se merece el galardón. La primera reacción de los lectores publicada en la edición digital decía así: "No debemos olvidar que Noruega da el premio como una manifestación política socialista".
El presidente demócrata ha roto de palabra con su antecesor, George W. Bush, pero su intención de acometer ambiciosos cambios estratégicos aún no ha superado la prueba de los hechos. Medios diplomáticos de Washington, por ejemplo, expresaron recientemente a este corresponsal su impaciencia por la indefinición de Obama sobre cuatro conflictos que van a marcar su presidencia: Afganistán, donde aún debe pronunciarse sobre un incremento o no de las tropas estadounidenses en un escenario que es un desastre; Irán, que insiste en su controvertido programa nuclear; Corea del Norte, que en abril suspendió todo diálogo al lanzar un cohete de largo alcance, y el conflicto palestino-israelí, que continúa esperando un plan de paz estadounidense mientras Israel no acepta congelar la ampliación de los asentamientos en Cisjordania. En este contexto, no faltan quienes creen ver en Obama al Bush del segundo mandato, cuando echó mano del multilateralismo, aunque sólo fuera por necesidad.
El Instituto Nobel de Noruega no parece haber tenido en cuenta esta opinión. Quienes han decidido premiarle con el Nobel de la Paz 2009 consideran que Obama lo ha merecido "por estimular el desarme nuclear" y "por sus extraordinarios esfuerzos por reforzar la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos". Para el instituto noruego, el presidente ha creado un "clima nuevo para la política internacional". "Gracias a sus esfuerzos, la diplomacia multilateral ha recuperado su posición central y ha devuelto a la ONU y otras instituciones internacionales su papel protagonista", ha añadido.
Aquellos que no comparten la declaración noruega dirán que Obama es sólo retórica. Puede que sea así. Por eso donde ya ha levantado ampollas con sus propuestas, como en el caso de los asentamientos israelíes, se añade que Obama se perfila como otro Jimmy Carter, el presidente que ha sido mejor como ex presidente. ¿Es Obama, entonces, un ingenuo que cree que el mundo se puede arreglar tendiendo la mano?
¿Qué ha hecho Obama desde que está en el poder? Ha cambiado radicalmente el discurso estadounidense en la escena mundial. Obama se ha dirigido directamente a los pueblos, como hizo en el discurso de El Cairo, y ha roto con la arrogancia de su antecesor. Ha prohibido la tortura, ha anunciado el cierre de Guantánamo, ha tendido la mano a Irán, ha suavizado el embargo a Cuba y ha renunciado al escudo antimisiles que ponía nerviosos a los dirigentes rusos. Todo esto, sin embargo, no es suficiente para determinar el perfil de la política exterior estadounidense. Pero quienes reducen a Obama a simple palabrería exageran interesadamente. Obama se merece el Nobel de la Paz porque, como ha dicho Mohamed el Baradei, "ha reavivado la esperanza de un mundo en paz".
¿Es que acaso las palabras no cuentan? Las palabras son importantes. Las palabras, como ocurre en toda política, han sido la base de la estrategia estadounidense en el siglo XX, cuando fue una argamasa de idealismo internacionalista, basado en la libertad y la democracia, y de política de poder, que confía en la fuerza. Es decir, una de cal y otra de arena. La de cal, que es el idealismo internacionalista, considera que el mundo debe organizarse multilateralmente; y la de arena, que es la política de poder, prefiere el garrote. En esta combinación, variable según sea quien mande, también las palabras fueron lo primero.
La guerra de Iraq empezó por unas palabras. Un año antes del 11 de septiembre del 2001, cuando Bush sólo era candidato, The Project for the New American Century, un think tank neoconservador, elaboró un documento, "Rebuilding America's defenses", que anunció la invasión de Iraq con cuatro años de antelación. El documento sentenció: "Washington ha buscado durante decenios un papel permanente en el Golfo. Mientras el no resuelto conflicto con Iraq depara una justificación inmediata, la necesidad de una sustancial presencia militar en el Golfo trasciende la cuestión del régimen de Sadam". El Instituto Nobel, al que le gusta la cal, ha apoyado ahora unas palabras bien distintas.
0 comentarios:
Publicar un comentario